REVERTIR EL ENVEJECIMIENTO I: EL RELOJ DE HORVATH

Hace ya mucho tiempo que la ciencia empezó a distinguir la edad cronológica de la biológica. Esta distinción ha sido la base de investigaciones que han conducido a revertir el envejecimiento en humanos, como el exitoso ensayo clínico Standford TRIIM cuyos participantes redujeron su edad biológica en más de dos años.

Edad biológica, la que importa

Desde finales del siglo pasado se llevan haciendo pruebas para ver qué biomarcadores podían servir para identificar la edad biológica, que es la edad que realmente importa cuando hablamos de longevidad.

La edad cronológica es la que marca el calendario. Una edad que siempre va hacia adelante. La edad biológica representa la velocidad de nuestro proceso de envejecimiento, depende del sistema inmunitario y puede variar con el tiempo. De tal forma que una persona puede tener en un momento una edad biológica de 50 años y al año siguiente de 40, o de 60. Por tanto, hay momentos de nuestra vida en los que envejecemos más rápidamente que en otros.

Seguramente hemos visto envejecer aceleradamente a personas, ante un acontecimiento traumático, una enfermedad, un estilo de vida inadecuado o un esfuerzo estresante. Es frecuente usar en esos casos la expresión “ha envejecido mal”. Una de las investigaciones más relevantes en esta materia es la realizada por el King’s College de Londres, que ha estudiado el envejecimiento en gemelos, en una investigación longitudinal realizada durante más de 25 años.

Los resultados demuestran que, en muchos casos, los gemelos, a pesar de tener la misma edad cronológica, compartir genética, familia, etc. tienen diferente edad biológica. La edad de sus células no es la misma a pesar de tener los mismos años. La buena noticia de la edad biológica es que lo mismo que se acelera se puede ralentizar, si se toman medidas. La edad biológica es, en este sentido, un número variable.

Los participantes en el estudio redujeron su edad biológica 2,5 años

Hasta aquí la ciencia está de acuerdo. Las diferencias llegan cuando tratamos de buscar el sistema de medición, porque hay varios “relojes” que tratan de hacerlo, el telomérico (cuya eminencia es la científica valenciana María Blasco), el proteómico, el glicano, el inmunológico y el epigenético o “reloj de Horvath”, que es el tema que nos ocupa.

El reloj de Horvath, mediante un análisis de sangre, hace una valoración del estado de salud a partir de modificaciones de las células y ofrece datos de la edad biológica. De tal forma que hay personas cuya edad biológica puede ser superior o inferior a su edad cronológica. Con todos los efectos que esto puede tener, entre otros, enfermedades o muerte prematura. Así que conocer nuestra edad biológica puede ser algo más que una curiosidad sobre todo si pensamos, como algunos científicos tratan de demostrar, que podemos revertir la edad biológica. No se trata de crear falsas expectativas, ni de una nueva versión del Retrato de Dorian Gray, sino de conocer los avances de la ciencia en esta materia.

Porque la siguiente buena noticia es que además de poder descender la velocidad del envejecimiento se está investigando en cómo hacerlo reversible.

Como medir el envejecimiento: el reloj de Horvath

Se trata de una teoría muy reciente. En 2010 Steve Horvath y Kenneth Raj propusieron la teoría del reloj epigenético del envejecimiento que, en resumen, dice que nuestro organismo envejece a diferente ritmo, por lo que, una parte del cuerpo, según los tipos de células, tejidos, órganos y sistemas, puede tener una edad y otra una distinta. El tejido mamario femenino es más antiguo de lo esperado, mientras que el cerebelo envejece más lentamente, como también les sucede a las personas centenarias, (en concreto quienes alcanzan los 105 años).

De tal forma que se puede tratar aquellas partes del cuerpo que han envejecido más, para tratar de evitar posibles efectos contraproducentes, especialmente algunas enfermedades asociadas al envejecimiento. Se considera que el reloj epigenético de Horvath es uno de los más precisos.

En este capítulo del Podcast de Joe Rogan Experience, en concreto en el minuto 2:22, el famoso genetista australiano David Sinclair ofrece su punto de vista sobre el uso del Reloj de Horvath para medir el envejecimiento biológico, cómo funciona, por qué funciona y por qué es el estándar para medir el envejecimiento biológico.

Experimento Standford TRIIM para revertir el envejecimiento

El estudio clínico TRIIM (para la regeneración del TIMO), realizado en California entre 2016 y 2017, fue el primero en sugerir que podría ser posible revertir el reloj epigenético del cuerpo. Está investigación fue dirigida por el inmunólogo Gregory Fahy, director científico y cofundador de Intervene Immune de Los Ángeles, y contó la participación de Steve Horvath.

Durante un año, nueve voluntarios sanos, entre 51 y 65 años, junto a un estricto control de su dieta, tomaron un cóctel de tres medicamentos comunes – la hormona del crecimiento y dos medicamentos para la diabetes – y en promedio redujeron su edad biológica 2,5 años. El sistema inmunológico, el timo de los participantes, también mostró signos de rejuvenecimiento.

Los resultados, publicados en la prestigiosa revista científica Ageing Cell, fueron una sorpresa incluso para los promotores del experimento. «Debido a que pudimos seguir los cambios dentro de cada individuo, y tiendo en cuenta el efecto tan claro en cada uno de ellos, soy muy optimista«, afirmó Horvath. A pesar de este optimismo, los investigadores, advierten que los hallazgos son preliminares porque el ensayo fue pequeño y no incluyó grupo de control.

Actualmente Intervene Immune está desarrollando un estudio más amplio TRIIM-X, con personas de diferentes grupos de edad, mujeres y grupo de control.

Pero, ¿qué es el envejecimiento?

Hasta hace muy el consenso científico era unánime, el envejecimiento se consideraba un proceso, inevitable y universal, parte de la condición humana. El cuerpo se deteriora inexorablemente, acumulando daños en sus células, tejidos y órganos, provocando la aparición de un conjunto de enfermedades, bastante predecibles, que desembocan en el final de la vida.

Así pensábamos. Pero en las últimas décadas, algunas corrientes empezaron a hablar del envejecimiento como enfermedad. Este cuestionamiento no es sólo un matiz semántico, tiene grandes implicaciones, ya que ha sido el punto de partida de terapias antienvejecimiento para prolongar la vida.

Estas corrientes (“transhumanistas«, «inmortalistas» o «longevistas«, etc.), plantean que, en el futuro, avances en rejuvenecimiento de tejidos, células madre, medicina regenerativa, reparación molecular, terapia génica, los productos farmacéuticos o el reemplazo de órganos, entre otras, podrían permitir una esperanza de vida mucho más larga de la actual.

David Sinclair, a quien citábamos más arriba es uno de los científicos que sugiere que vivir más allá de 120 años será algo común en un futuro no muy lejano.

En el lado de la crítica a estas corrientes se argumenta que están impulsadas por un interés especulativo que genera grandes beneficios a la industria farmacéutica. La venta de supuestos productos antienvejecimiento es un mercado que no para de crecer, aunque estos productos no cuenten con los estándares de seguridad médica o no hayan demostrado ser eficaces, más allá de sus efectos cosméticos.

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